Por José Martínez Fernández Un día de 1969 tuve la ocasión de ver en persona a Mario Vargas Llosa, allá en la Sede Velásquez de la Universidad de Chile, en Arica. El Aula Magna estaba llena de público. Entre los que yo conocía habían varios profesores universitarios de Literatura de la misma Universidad: Enrique Margery, Eloy Cortínez y Óscar Hahn, entonces un poeta poco conocido y que está, casi seguro, a dos años de coronarse con el Premio Nacional de Literatura. A mí me había enviado el director del diario LA CONCORDIA, Raúl Garrido García, quien admiraba profundamente al novelista. En ese mar de público saludé a mis conocidos, entre ellos a Hahn. Luego Hahn fue acosado por Cortínez, quien le decía que tenía que estar en el escenario principal junto a Vargas Llosa, pero el poeta no deseaba...incluso se puso rojo ante tanta rogativa. Al final, cedió. En esa mesa de grandes hombres destacaba el ya consagrado Vargas Llosa y el prometedor Óscar Hahn. Vargas Llosa fue el centro de todas
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