Al leer uno de los versos de Sangre tras el espejo, sentí, de pronto, el advenimiento de un rayo de sol en medio de un arsenal de nubes. Éste hablaba de los “mil tesoros que deslumbran con sorpresa”. Para mí fue insight, o rema, en términos teológicos. El sintagma me sugirió que los tesoros no se buscan o encuentran. Son ellos los que sorprenden a los que los merecen. Y ojo: para bien o para mal. La poesía de SEA ciertamente me ha encontrado y me parece que es una llama que uno comparte en la oscuridad y que por más minúscula que sea en la bóveda misteriosa de la noche, crea una esperanza y puede ser un virtual fogón que abriga al menesteroso. Es posible que el oro de sus versos esté revuelto con metales menos nobles, incluso con la pirita - composición geológica abundante en los parajes descritos por el vate- Aquello no lo hace menos poeta; eso no lo rebaja de su condición de iluminado. Hay poesía en las palabras de SEA, de la misma calaña y altura que las de los buenos poetas que ...