Al leer uno de los versos de Sangre tras el espejo, sentí, de pronto, el advenimiento de un rayo de sol en medio de un arsenal de nubes. Éste hablaba de los “mil tesoros que deslumbran con sorpresa”. Para mí fue insight, o rema, en términos teológicos. El sintagma me sugirió que los tesoros no se buscan o encuentran. Son ellos los que sorprenden a los que los merecen. Y ojo: para bien o para mal.
La poesía de SEA ciertamente me ha encontrado y me parece que es una llama que uno comparte en la oscuridad y que por más minúscula que sea en la bóveda misteriosa de la noche, crea una esperanza y puede ser un virtual fogón que abriga al menesteroso.
Es posible que el oro de sus versos esté revuelto con metales menos nobles, incluso con la pirita - composición geológica abundante en los parajes descritos por el vate- Aquello no lo hace menos poeta; eso no lo rebaja de su condición de iluminado. Hay poesía en las palabras de SEA, de la misma calaña y altura que las de los buenos poetas que habitan en Chile.
Eso me sorprende – como un tesoro- pero en la racionalidad no me parece algo demasiado imprevisto. Hay vida en los versos de él – tormentos, noches de insomnio por amores, odios a los sistemas, reconciliaciones atómicas-, experiencias en que el aire y las plantas penetran hasta su cerebelo – conoce mejor que nadie, por su trabajo, los cerros y valles del norte chico-, hay armonía y ritmo en su lenguaje – seguro los años de conservatorio, los ayunos con la guitarra y el violín adolescente-, hay letras e intelectualidad, hay números, hay filosofía, conjugaciones perfectas para que la vida lo escoja ser un gran poeta, un pequeño dios – según Huidobro- un no pequeño dios – según Parra- un pequeño dios en un planeta de ateos, según quien escribe este prólogo.
Pero hay más: un idiolecto forjado por la suma de circunstancias y lecturas, imágenes personales pero transparentes para la interpretación, guiños a monstruos de la poesía universal, cantos majestuosos y susurros minúsculos – A los Andes, Norte Chico v/s Re-síntesis - , balbuceos agónicos (calma / será la calma / voz / calla), incertidumbre vital (voy hacia donde me guíe el viento (…) / A donde la vida me enseñe / a desaprender)
Decir más es decir poco. Nada más me resta invitar al lector a abrir esta caja de Pandora, esta jaula de insectos volátiles y dejarse llevar por el perfume de la poesía de SEA, cargado de tierra, hojas y fojas.
La poesía de SEA ciertamente me ha encontrado y me parece que es una llama que uno comparte en la oscuridad y que por más minúscula que sea en la bóveda misteriosa de la noche, crea una esperanza y puede ser un virtual fogón que abriga al menesteroso.
Es posible que el oro de sus versos esté revuelto con metales menos nobles, incluso con la pirita - composición geológica abundante en los parajes descritos por el vate- Aquello no lo hace menos poeta; eso no lo rebaja de su condición de iluminado. Hay poesía en las palabras de SEA, de la misma calaña y altura que las de los buenos poetas que habitan en Chile.
Eso me sorprende – como un tesoro- pero en la racionalidad no me parece algo demasiado imprevisto. Hay vida en los versos de él – tormentos, noches de insomnio por amores, odios a los sistemas, reconciliaciones atómicas-, experiencias en que el aire y las plantas penetran hasta su cerebelo – conoce mejor que nadie, por su trabajo, los cerros y valles del norte chico-, hay armonía y ritmo en su lenguaje – seguro los años de conservatorio, los ayunos con la guitarra y el violín adolescente-, hay letras e intelectualidad, hay números, hay filosofía, conjugaciones perfectas para que la vida lo escoja ser un gran poeta, un pequeño dios – según Huidobro- un no pequeño dios – según Parra- un pequeño dios en un planeta de ateos, según quien escribe este prólogo.
Pero hay más: un idiolecto forjado por la suma de circunstancias y lecturas, imágenes personales pero transparentes para la interpretación, guiños a monstruos de la poesía universal, cantos majestuosos y susurros minúsculos – A los Andes, Norte Chico v/s Re-síntesis - , balbuceos agónicos (calma / será la calma / voz / calla), incertidumbre vital (voy hacia donde me guíe el viento (…) / A donde la vida me enseñe / a desaprender)
Decir más es decir poco. Nada más me resta invitar al lector a abrir esta caja de Pandora, esta jaula de insectos volátiles y dejarse llevar por el perfume de la poesía de SEA, cargado de tierra, hojas y fojas.
(Prólogo escrito por Roberto Flores Salgado a "Sangre tras el espejo" poemario de Sebastián Rosa, el que será publicado próximamente).
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