
Esta cercanía a la literatura no es, a lo menos desde la propia mirada de quien escribe esto, una debilidad: los creadores peruanos viven a la sombra de sus grandes narradores, teniendo rayos propios que proyectar. He aquí también otra reminiscencia del imaginario artístico rimense: Lima como escenario - personaje. Es la escenografía ineludible; por eso quizás este redactor disfruta con el cine peruano. Es imposible, al ver un filme, al leer una novela que cita a Lima, no rememorar emotiva y literariamente dicha capital.
Pero volvamos a la película. El narrar una vida privada en un tono privado, ya lo acerca, nuevamente a la novelística; es la historia de una muchacha que posee como impronta los acontecimientos sucedidos en la sierra, a saber, los ataques perpetrados por sendero luminoso en contra de campesinos, que ha dejado a su madre - atacada por éstos- asustada y esto lo ha traspasado a la criatura por nacer. La mirada, los gestos, aun la vida con sus relaciones sociales y familiares pasivo-extrañadas.
Se cree que es cuestión de gustos, pero la presentación que se hace de los indicios simbólicos no son del todo inmotivadas, por eso, quizás, tiene problemas con el verosímil – ese perfume que adormece de un comienzo a un final, que nos lleva a no acordarnos que lo que vemos o leemos es una ficción-. Aquí sí, lamentablemente en algunos pasajes. Se hace un paralelo con “Play” (Scherson, 2005), filme con el que posee líneas fundamentales que invitan a un parangón; si bien este último tiene tintes oníricos en ciertos instantes, es la historia mínima de una joven mapuche, que tiene la costumbre de oler a las personas; cuida a un anciano – que muere al final-, visita video – juegos de establecimientos Diana (aquí en Santiago). La fábula es casi escolar, minimalista, pero el filme en sus instantes de absurdo – así como la vida misma- no nos muestra ninguna fisura o costura al aire. Nos dejamos llevar; he ahí la genialidad.
“La teta asustada” no obstante trata de ser minimalista, simbólica y no lo logra del todo; el intento es demasiado forzado por una historia potente – la de la impronta, la de la papa en la vagina, la de la muerte extendida de la madre- que no ha logrado seguir su cause natural, tan necesario al momento de hilvanar una historia, tal vez, me imagino, porque varias manos se entrometen en ella (desconozco el proceso pre guión) o por que las historias deben rumiarse lo suficiente, decantar y soltarse así como apretarse, para que – como dicen los mafiosos- “parezca un accidente”.
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